Pues llegó el día más esperado del viaje: el día en el que pretendía recorrer la caldera del volcán Sete Cidades y vivir en primera persona esas magníficas fotos que había visto cientos de veces en Internet y que fueron las que me llevaron a venir aquí...
Pero la suerte no estuvo de mi parte... Pese a las previsiones meteorológicas, cuando me desperté esta mañana estaba lloviendo... Me asomé a la ventana de mi habitación, miré a la montaña... ¡y no estaba! ¡Había desaparecido tras las nubes!
No obstante, como no tenía otra cosa que hacer, me dispuse a seguir con mi plan, y fui al punto de inicio de la ruta peatonal por el borde de la caldera...
Nada, no se veía nada a más de tres metros de distancia. Me asomaba a los balcones y sólo veía un gris muy opaco.
Así que continué el camino con la esperanza de que, como era una ruta de ida y vuelta, quizás al volver la previsión meteorológica y la meteorología se pusieran de acuerdo. Llegué al Mirador do Rei, y ahí no se veía nada de nada. Por suerte ayer había estado allí con el coche y pude ver el majestuoso paisaje.
Como la niebla estaba todavía muy cerrada, decidí "hacer tiempo" yendo por otro camino que había visto en el mapa que me dieron ayer en el hotel, y que discurría más bajo en la caldera, pero paralelo al que había hecho a la ida. Así, aunque incrementaría mucho los kilómetros a andar, podría dar tiempo a que la niebla se abriera.
Este segundo camino discurría entre explotaciones agropecuarias: grandes extensiones de hierba para pasto de vacas, y así llegué hasta las afueras del pueblo de Sete Cidades, por lo que di media vuelta y volví sobre mis pasos.
En la vuelta parecía que la niebla se iba, y aproveché para tomar unas cuantas fotos.
Pero según continuaba subiendo de vuelta al Mirador do Rei, iba viendo como la niebla se volvía a cerrar sobre la caldera del volcán... Cuando llegué arriba, estaba todo casi igual que por la mañana. La diferencia es que si te fijabas mucho podías distinguir algunos árboles en la base de la laguna que ocupa el fondo de la caldera... pero nada.
Frustrado con la situación, volví al punto de inicio, sacando algunas fotos cuando veía que se podía distinguir algo a lo lejos... sin mucho éxito.
Después de 4 horas y media, y 20 Km. de recorrido a pie, decidí que ya estaba bien de andar, y me di por vencido. Me monté en el coche, y fui a devolverlo al aeropuerto de Ponta Delgada.
Tras eso, he venido a la ciudad de Ponta Delgada, donde pasaré esta última noche en la isla. En cuanto pueda subir las fotos que acompañan a esta entrada me iré a dar una vuelta y cenar.
Mañana toca volver a Madrid...
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