domingo, 17 de octubre de 2021

Dolomitas 2021: Jornada 6

 ¡Hola de nuevo!


Hoy toca ya dar por finalizado este viaje por los Dolomitas, hablando de la última jornada real de viaje. Os recuerdo que, aunque viajamos el día 12 de septiembre y volvimos el 19 (ocho días sobre el calendario), en realidad tuvimos 6 jornadas reales, ya que el primer día volamos de noche (llegamos a Milán-Malpensa a las 23:00 del día 12), y el último día regresamos a primera hora de la mañana (el avión salía de Milán-Malpensa a las 10:00 del día 19). Por tanto, en esta entrada os voy a contar lo relativo a la sexta jornada, la del sábado día 18 de septiembre.

Tal y como decía en la entrada anterior, la noche del viernes al sábado la pasamos en Badia. El plan para este día consistía en ver por la mañana el Lago di Carezza, y luego llegar hasta Milán por la tarde para irnos a dormir a un hotel cercano al aeropuerto, de cara a tardar lo menos posible en desplazarnos al día siguiente.

Por tanto, tan pronto nos despertamos, recogimos nuestros equipajes y nos pusimos en camino hacia el Lago di Carezza. En uno de los pueblos que teníamos de camino (no recuerdo en cual), nos encontramos la carretera por la que debíamos seguir cortada. Yo vi que podíamos saltarnos ese bloqueo callejeando un poco, y así seguimos adelante.

Pero algo raro sucedía: en la carretera no había más coches que el nuestro, y nos cruzábamos con un inusualmente alto número de ciclistas. No le dimos mayor importancia y seguimos por donde nos indicaba el GPS, hasta que, de repente, en medio de la carretera nos encontramos con un control policial. Los carabinieri nos dieron el alto. Chapurreando italiano al principio, y luego en inglés, cuando mi escaso conocimiento en la lengua local llegó a su fin, el policía nos echó la bronca porque estábamos viajando por una carretera que ese día estaba cortada al tráfico, debido a una competición ciclista amateur... Yo le expliqué de dónde veníamos y hacia dónde íbamos, le dije la verdad: ningún compañero suyo nos había dado el alto en ningún momento... aunque omití que nos habíamos saltado el bloqueo yendo por calles alternativas a la carretera principal... Pero, claro, en mi opinión la culpa seguía siendo suya por no haber cerrado todos los accesos de manera conveniente.

Finalmente llegamos a una solución de consenso: como nos quedaban unos pocos kilómetros hasta el siguiente pueblo, nos dejaba continuar por la carretera hasta ese lugar, y una vez allí debíamos desviarnos y buscar una ruta alternativa fuera de la carretera cortada. Eso hicimos, claro, aunque este desvío nos hizo perder más de hora y media... De cualquier forma, finalmente logramos llegar al Lago di Carezza a media mañana.

Una vez en el lago, decidimos hacer el recorrido que lo rodeaba (sin entretenernos demasiado, para no perder más tiempo...); además, el lago estaba con poca agua y no se veía tan maravilloso como se ve en las fotos que hay en Internet. Otra vez nos topamos con los inconvenientes de venir a esta zona a finales de verano.







Visto el lago, tocaba despedirse de los Dolomitas, y comenzar el retorno a casa... Sopesamos varias posibilidades, y finalmente decidimos ir a Milán, parando antes en la ciudad de Verona, ya que según parecía podríamos llegar allí a la hora de comer.

Eso hicimos, pero, el día nos iba a proporcionar otra pequeña aventura más: justo cuando nos teníamos que incorporar a la autovía que nos llevaría a Verona, el GPS (mi móvil) se volvió loco. El mapa comenzó a dar vueltas y no nos proporcionaba nuestra ubicación. Yo improvisé al volante... y salió mal: nos habíamos perdido. Tras dar una vuelta (llegamos a un pequeño pueblo en la montaña y el GPS nos indicaba un sospechoso camino de tierra para llegar a nuestro destino), logramos reencontrar el camino correcto, y seguir hacia nuestro destino. Habíamos perdido otros 40 minutos o así.

Una vez llegamos a Verona, aparcamos nuestro coche y fuimos hacia el centro de la ciudad para encontrar cerca de la Porta Nova un restaurante donde comimos rápidamente, para poder explorar brevemente la ciudad. Como ya habíamos perdido bastante tiempo durante la mañana, decidimos dar un paseo muy rápido por el centro histórico de Verona, para continuar nuestro viaje hacia Milán.

Inicialmente pretendíamos entrar en la casa de Julieta y ver el famoso balcón. Pero había muchísima gente haciendo cola para entrar, así que no perdimos tiempo ahí.

Algunas de las fotos que hice en Verona fueron estas:

Muy cerquita de esta puerta estuvimos comiendo

La muy conocida "Arena de Verona". Casi 2000 años lleva en pie...

Detalle de uno de los laterales de la Arena

Piazza delle Erbe

La casa de Julieta. El balcón se encuentra en el interior, entrando por la puerta de la derecha. Quizás pueda entrar en otra ocasión...

Piazza delle Erbe

Piazza delle Erbe

Callejeando por Verona

Dejamos Verona (me gustaría ver la ciudad con más tranquilidad alguna vez... podría ser destino interesante para un fin de semana, ahí dejo la idea), y nos volvimos a poner en carretera. Milán aún estaba bastante lejos, y pretendíamos ver un poco de la capital lombarda, así que no había tiempo que perder.

A última hora de la tarde llegamos a Milán, aparcamos lo más cerca que pudimos del centro (ojo con el tráfico en esta ciudad...), y fuimos a ver los dos únicos objetivos que nos habíamos marcado ver: el Duomo y las Galerías del rey Vittorio Emanuele II. Como ambas cosas están juntas, no tuvimos que perder demasiado tiempo en desplazarnos.

A la catedral de Milán no llegamos ni a entrar, pero bueno, creo que viéndola por fuera ya habíamos visto lo principal. La verdad es que es una catedral de esas que te dejan sin habla; realmente maravillosa. Las galerías... bueno, a mí ni fu ni fa: totalmente prescindibles; pero como en cualquier sitio que leas sobre Milán te dicen que hay que verlas, pues las vimos. Afortunadamente no nos llevó mucho tiempo ni nos quitó de ver otra cosa.











La noche comenzaba ya a llegar, así que hicimos un poco de tiempo para que fuera hora de cenar tomando algo en una calle cercana a la Piazza Duomo.


Después de cenar, tocaba ir hacia el hotel, que se encontraba a unos 50 kilómetros de distancia. Volvimos a pasar, de camino al parking por la Piazza Duomo, y realicé las últimas fotografías del viaje:




Mientras llegábamos al coche, el cielo se había nublado, y se empezaban a ver en la lejanía rayos y relámpagos... No nos imaginábamos que, de camino al hotel nos pillaría una tromba de agua tan intensa que nos vimos obligados a parar en la autovía, porque no se veía absolutamente nada. Fue el remate de un día en el que los desplazamientos por carretera no habían dejado de ponernos trabas. Afortunadamente, sólo fue una anécdota, y la lluvia amainó en apenas cinco minutos.

Llegamos al hotel sanos y salvos, cuando ya era hora de irnos a dormir.

A la mañana siguiente, bien temprano, recogimos nuestras cosas, fuimos a una gasolinera cercana a llenar el depósito, e, inmediatamente después, al aeropuerto para devolver el coche, comprar alguna que otra cosa y volver a Madrid.




El viaje por los Dolomitas llegó así a su final. Como decía al inicio de esta serie de entradas en el blog, para mí este viaje estuvo marcado desde el inicio por la pérdida de un amigo. Evidentemente, este triste suceso influyó en todo el desarrollo del viaje, en las fotos que hice y en la forma de disfrutar de todo lo visto, de todo lo caminado. La vida es así, y ésta sigue su curso, sin importar lo que queda atrás o lo que esté por llegar.

Este viaje ha sido tal y como lo he narrado, tenía que ser así, y, con el tiempo imagino que podré separar ambos eventos en mi cabeza; aunque es inevitable que, para mí ahora, cada una de las imágenes que tomé, cada uno de los caminos que transité, todo lo que vi durante esa semana estén íntimamente ligados a la memoria de Juan. Y no quería terminar de escribir sobre este viaje sin recordarle una vez más, pues para mí fue muy duro no poder estar cerca de los amigos y la familia en el momento de darle su adiós.

No quiero ni tengo ganas de seguir hablando sobre ese tema. Perdonad por haberme puesto triste y sombrío justo al final...

Sea como sea, gracias por leerme y visitar esta humilde página.

¡Hasta la próxima!

sábado, 16 de octubre de 2021

Dolomitas 2021: Jornada 5

¡Hola de nuevo!

Poco a poco, el viaje por los Dolomitas va llegando a su fin. Toca ahora narrar la quinta jornada, que es la penúltima, y que, para mi gusto, fue la más completa de todo el viaje, y en la que yo hice (siempre bajo mi propia opinión subjetiva) las mejores fotos.

Tras levantarnos y comprobar que la niebla y la lluvia aún continuaban, decidimos intentar seguir con lo que nos habíamos propuesto para ese día, que era, como plato principal, hacer una excursión por el altiplano de Odle.

Salimos de nuestra habitación de Badia, y nos dispusimos a ir hacia el Passo Gardena, camino del punto de inicio de la ruta.

Pero parecía que ese día, finalmente, el tiempo iba a darnos tregua: según nos poníamos en marcha, veíamos como las nubes poco a poco se iban disipando, quedando sólo algunas enganchadas en las cimas más altas de las montañas (montañas que el día anterior ni sabíamos que estaban ahí...).

Así, aún temprano en la mañana, llegamos a Passo Gardena donde hice una panorámica de más de 180º que muestra como, a pesar de que aún quedaban nubes, la tendencia era a que fueran desapareciendo.




Según habíamos leído en internet, para hacer la ruta que queríamos hacer, lo ideal era dejar el coche en el parking del funicular de Dantercepies, y subir en dicho funicular hasta el Rifugio Jimmi.

La verdad es que nos dejamos guiar por esa página, y calcamos sus movimientos, aunque quizás podríamos haber hecho otra alternativa, ya que el Rifugio Jimmi está bastante cerca de Passo Gardena, y se puede ir andando desde ahí fácilmente. Pero, de haber hecho eso, la ruta que seguimos no habría sido circular, y habríamos tenido que volver sobre nuestros pasos... En resumen, creo que hicimos bien, porque de haber hecho algo distinto creo que habríamos tardado mucho más y no nos habría dado tiempo a aprovechar la tarde como la aprovechamos. Pero no nos adelantemos.

Como decía, fuimos hasta el funicular de Dantercepies, y allí nos subimos y pudimos disfrutar de unas bonitas vistas desde las alturas.



Una vez terminada la subida en funicular comenzamos a andar camino del Rifugio Jimmi. Mientras avanzábamos, mirando atrás quedaban unas impresionantes vistas del Valle de Setus.



Finalmente, llegamos al Rifugio Jimmi, punto donde comenzaba la subida a Forcella Cier. Llegando al refugio, tomé esta panorámica:



Una vez tomado el sendero 2, que deberíamos seguir hasta el aún lejano Rifugio Puez-Odle, comenzamos una subida, con mucho zig-zag y una pendiente moderada tirando a alta, muy constante; una subida de esas que terminan cansando piernas y ánimos.








Cuando llegamos al paso de Forcella Cier, lo que más me impresionó fue el silencio que había. Aquellas paredes pétreas aislaban el sonido y mientras atravesamos aquellos pocos metros, sentías algo especial que te sobrecogía. Al final de Forcella Cier ya podíamos divisar el valle de Chedul.








Una vez atravesado Forcella Cier, tocaba un breve descenso para cruzar el inicio del Valle de Chedul y comenzar otra vez a subir hacia la Cruz de Crespeina. Tanto la bajada como la subida tenían bastante pendiente, y, por primera vez aquel día, mientras descendía hizo su aparición mi temido vértigo.








Superada la Cruz de Crespeina (es una cruz en lo alto de una piedra, no tiene más misterio y no hice fotos; podéis buscar imágenes en Internet si tenéis curiosidad... pero no quería hacer fotos ni a símbolos religiosos fuera de monumentos a visitar, ni a banderas, así en general), comenzamos a andar por el altiplano de Odle. Alto sí que es, porque estábamos a una altura oscilante entre 2100 y 2500 metros, pero lo de plano... bueno, deja mucho que desear. En realidad son praderas onduladas con subidas y bajadas sin mucha pendiente; nunca anduvimos por terreno llano.

Nada más a comenzar a andar por el altiplano de Odle, nos encontramos con la laguna de Crespeina. Tenía agua, pero he visto fotos en las que estaba bastante más llena de como la vimos nosotros.





Continuamos andando unos cuantos kilómetros más, y poco a poco nos íbamos aproximando al Rifugio di Puez-Odle. Pero las distancias son engañosas, y aunque ya se avistaba a lo lejos, aún quedaba bastante recorrido para llegar allí. Poco a poco se iba viendo el impresionante valle de Vallunga, que divide al altiplano y que dejaba un paisaje que no me cansaba de fotografiar. A mí fue una imagen que realmente me impresionó. Una belleza natural como pocas he podido disfrutar.













Finalmente, y justo a la hora de comer, llegamos al Rifugio di Puez-Odle. Allí paramos un rato para comer unos sandwiches y beber agua, y rápidamente nos pusimos de nuevo en marcha, pues queríamos acabar lo más pronto posible, para aprovechar la buena tarde que se había quedado, e ir a ver Passo Sella y Santa Maddalena, que, como recordaréis, no pudimos ver el día anterior por el mal tiempo.

¿Cuál era la ruta a seguir para completar la ruta circular, para no volver sobre nuestras huellas y tardar más de lo debido? Sí, justo: aventurarse en el abismo, descender las paredes casi verticales del circo glaciar para llegar hasta el bello valle de Vallunga.

Del descenso apenas hay fotos: para alguien con mi vértigo, ya era bastante bajar sin despeñarse. El inicio es justo en la primera foto de la serie siguiente; la flecha que apunta hacia abajo es la que seguimos.






Superado el descenso por las paredes del antiguo glaciar, llegamos al Valle de Vallunga, primero adentrándonos en un bosque de coníferas, y luego atravesando una verde pradera con rebaños de vacas y ovejas. Mirando hacia atrás se podía contemplar la pared por donde habíamos descendido y, yo, seguía sin creerme que hubiera podido bajar por ahí... Pero el vértigo es psicológico, y al final, obligándome, logré pasar el trago.







Finalmente, atravesando Vallunga llegamos al pueblecito donde se encuentra el funicular de Dantercepies (Selva di Val Gardena), y una vez allí, nos montamos en el coche, listos para ir en primer lugar al Passo di Sella.



En esta primera parada nos entretuvimos poco, porque el atardecer se aproximaba y no queríamos terminar el viaje sin haber visto una de las imágenes más icónicas de los Dolomitas: la iglesia de Santa Maddalena con las montañas a su espalda. Por eso, sin apenas poder disfrutar del Passo Sella más que unos minutos recorrimos aquellas carreteras durante algo más de una hora para llegar al último destino del día.










Y no nos defraudó: la imagen de Santa Maddalena es realmente bella, fue una lástima no quedarnos a ver cómo caía la noche, o acercarnos de nuevo a San Giovanni, que está muy cerca... pero es que aún nos quedaban otras casi dos horas de coche para llegar a Badia, y conducir por esas carreteras de noche resulta complicado. Aun así, la noche nos terminó pillando antes de llegar al destino...

No obstante, por el camino, aprovechando que conducía Maida, grabé un pequeño vídeo de las impresionantes vistas que dejábamos atrás:



Como decía antes, ya entrada la noche llegamos a Badia, donde sólo quedaba cenar y dormir tras un agotador día. Pero todo ese cansancio mereció la pena.

En la próxima entrada del blog terminaré de narrar este viaje, hasta entonces, me despido.

Muchas gracias por leerme.