Hola de nuevo:
Toca ahora narrar lo que ocurrió durante la cuarta jornada del viaje por los Dolomitas. Ese día fue el peor del viaje, debido a la climatología. Habíamos tenido hasta ese día bastante suerte con el tiempo, pero, al amanecer de aquel jueves, 16 de septiembre de 2021, no podíamos creer lo que estábamos viendo. O, mejor dicho, lo que no estábamos viendo...
Y es que llovía y había niebla, una niebla espesa alrededor de la localidad de Toblach. No podíamos pretender ver mucho estando el tiempo así, pero, de todas formas, desayunamos, recogimos nuestros equipajes y nos metimos en el coche a seguir con el plan establecido; no había ninguna alternativa tampoco...
La primera parada del día había que realizarla en el Lago di Braies. Al llegar, si bien la niebla se había levantado un poco, las nubes continuaban enganchadas a la montaña, amenazadoras, y ocultando la belleza que sabíamos que estaba ahí... Aparcamos en el parking del lago, y comenzamos a hacer la pequeña caminata de unos 4Km. que lo rodeaba. Comenzó a llover pronto, pero aun así continuamos andando y disfrutando de este precioso lago, a pesar de no poder ver en su totalidad las montañas que lo rodean.
De esta breve caminata os puedo mostrar estas fotos:
Según lo que habíamos planeado, deberíamos haber ido en coche a ver Santa Maddalena y la Chiesetta di San Giovanni, y de ahí, ir hacia el pueblo de Badia, parando en Passo Sella y Passo Gardena.
Pero según nos adentrábamos en la carretera camino de Santa Maddalena, cada vez había más niebla, las carreteras eran más estrechas y llovía más. Tardamos bastante más de lo que deberíamos haber tardado en recorrer el camino, y todo eso, a sabiendas de que no estábamos viendo el impresionante paisaje que debía de haber tras la niebla...
Llegamos a la Chiesetta di San Giovanni. Sólo era posible ver la pradera donde se ubica la ermita, y las montañas que sabíamos que estaban detrás y que hacen que la foto de este lugar sea tan emblemática, estaban totalmente ocultas por las nubes. Aun así, yo pagué los 4€ que costaba acceder al recinto, e hice lo que pude con mi cámara.
Desistimos de ir al punto de vista de Santa Maddalena porque había que andar algo más de un kilómetro, y sabíamos que no íbamos a ver nada... Mala suerte, pero este tiempo es relativamente normal a finales de verano y comienzos de otoño, así que ya sabíamos a lo que nos arriesgábamos.
Decidimos continuar hacia Badia, y no pensamos en parar a intentar ver nada más, ya que el día estaba imposible. Para comer, paramos de camino en un restaurante de carretera en el que sólo nos hablaban en alemán (ni inglés, ni italiano, ni nada...), y nos entendimos mediante signos. Muy surrealista, la verdad.
En Badia, si bien dejó de llover, el cielo continuaba amenazando con descargar en cualquier momento, así que sólo nos dimos una vuelta por el pueblo, compramos algo de comida para preparar unos sandwiches para el día siguiente, nos tomamos algo en un bar y buscamos donde cenar.
Nos fuimos a dormir con la esperanza de que este tiempo hubiera sido sólo cosa de un día... Pero, para saber qué ocurrió al día siguiente, tendréis que esperar a la próxima entrada de este blog.
Muchas gracias por leerme.
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