sábado, 16 de octubre de 2021

Dolomitas 2021: Jornada 5

¡Hola de nuevo!

Poco a poco, el viaje por los Dolomitas va llegando a su fin. Toca ahora narrar la quinta jornada, que es la penúltima, y que, para mi gusto, fue la más completa de todo el viaje, y en la que yo hice (siempre bajo mi propia opinión subjetiva) las mejores fotos.

Tras levantarnos y comprobar que la niebla y la lluvia aún continuaban, decidimos intentar seguir con lo que nos habíamos propuesto para ese día, que era, como plato principal, hacer una excursión por el altiplano de Odle.

Salimos de nuestra habitación de Badia, y nos dispusimos a ir hacia el Passo Gardena, camino del punto de inicio de la ruta.

Pero parecía que ese día, finalmente, el tiempo iba a darnos tregua: según nos poníamos en marcha, veíamos como las nubes poco a poco se iban disipando, quedando sólo algunas enganchadas en las cimas más altas de las montañas (montañas que el día anterior ni sabíamos que estaban ahí...).

Así, aún temprano en la mañana, llegamos a Passo Gardena donde hice una panorámica de más de 180º que muestra como, a pesar de que aún quedaban nubes, la tendencia era a que fueran desapareciendo.




Según habíamos leído en internet, para hacer la ruta que queríamos hacer, lo ideal era dejar el coche en el parking del funicular de Dantercepies, y subir en dicho funicular hasta el Rifugio Jimmi.

La verdad es que nos dejamos guiar por esa página, y calcamos sus movimientos, aunque quizás podríamos haber hecho otra alternativa, ya que el Rifugio Jimmi está bastante cerca de Passo Gardena, y se puede ir andando desde ahí fácilmente. Pero, de haber hecho eso, la ruta que seguimos no habría sido circular, y habríamos tenido que volver sobre nuestros pasos... En resumen, creo que hicimos bien, porque de haber hecho algo distinto creo que habríamos tardado mucho más y no nos habría dado tiempo a aprovechar la tarde como la aprovechamos. Pero no nos adelantemos.

Como decía, fuimos hasta el funicular de Dantercepies, y allí nos subimos y pudimos disfrutar de unas bonitas vistas desde las alturas.



Una vez terminada la subida en funicular comenzamos a andar camino del Rifugio Jimmi. Mientras avanzábamos, mirando atrás quedaban unas impresionantes vistas del Valle de Setus.



Finalmente, llegamos al Rifugio Jimmi, punto donde comenzaba la subida a Forcella Cier. Llegando al refugio, tomé esta panorámica:



Una vez tomado el sendero 2, que deberíamos seguir hasta el aún lejano Rifugio Puez-Odle, comenzamos una subida, con mucho zig-zag y una pendiente moderada tirando a alta, muy constante; una subida de esas que terminan cansando piernas y ánimos.








Cuando llegamos al paso de Forcella Cier, lo que más me impresionó fue el silencio que había. Aquellas paredes pétreas aislaban el sonido y mientras atravesamos aquellos pocos metros, sentías algo especial que te sobrecogía. Al final de Forcella Cier ya podíamos divisar el valle de Chedul.








Una vez atravesado Forcella Cier, tocaba un breve descenso para cruzar el inicio del Valle de Chedul y comenzar otra vez a subir hacia la Cruz de Crespeina. Tanto la bajada como la subida tenían bastante pendiente, y, por primera vez aquel día, mientras descendía hizo su aparición mi temido vértigo.








Superada la Cruz de Crespeina (es una cruz en lo alto de una piedra, no tiene más misterio y no hice fotos; podéis buscar imágenes en Internet si tenéis curiosidad... pero no quería hacer fotos ni a símbolos religiosos fuera de monumentos a visitar, ni a banderas, así en general), comenzamos a andar por el altiplano de Odle. Alto sí que es, porque estábamos a una altura oscilante entre 2100 y 2500 metros, pero lo de plano... bueno, deja mucho que desear. En realidad son praderas onduladas con subidas y bajadas sin mucha pendiente; nunca anduvimos por terreno llano.

Nada más a comenzar a andar por el altiplano de Odle, nos encontramos con la laguna de Crespeina. Tenía agua, pero he visto fotos en las que estaba bastante más llena de como la vimos nosotros.





Continuamos andando unos cuantos kilómetros más, y poco a poco nos íbamos aproximando al Rifugio di Puez-Odle. Pero las distancias son engañosas, y aunque ya se avistaba a lo lejos, aún quedaba bastante recorrido para llegar allí. Poco a poco se iba viendo el impresionante valle de Vallunga, que divide al altiplano y que dejaba un paisaje que no me cansaba de fotografiar. A mí fue una imagen que realmente me impresionó. Una belleza natural como pocas he podido disfrutar.













Finalmente, y justo a la hora de comer, llegamos al Rifugio di Puez-Odle. Allí paramos un rato para comer unos sandwiches y beber agua, y rápidamente nos pusimos de nuevo en marcha, pues queríamos acabar lo más pronto posible, para aprovechar la buena tarde que se había quedado, e ir a ver Passo Sella y Santa Maddalena, que, como recordaréis, no pudimos ver el día anterior por el mal tiempo.

¿Cuál era la ruta a seguir para completar la ruta circular, para no volver sobre nuestras huellas y tardar más de lo debido? Sí, justo: aventurarse en el abismo, descender las paredes casi verticales del circo glaciar para llegar hasta el bello valle de Vallunga.

Del descenso apenas hay fotos: para alguien con mi vértigo, ya era bastante bajar sin despeñarse. El inicio es justo en la primera foto de la serie siguiente; la flecha que apunta hacia abajo es la que seguimos.






Superado el descenso por las paredes del antiguo glaciar, llegamos al Valle de Vallunga, primero adentrándonos en un bosque de coníferas, y luego atravesando una verde pradera con rebaños de vacas y ovejas. Mirando hacia atrás se podía contemplar la pared por donde habíamos descendido y, yo, seguía sin creerme que hubiera podido bajar por ahí... Pero el vértigo es psicológico, y al final, obligándome, logré pasar el trago.







Finalmente, atravesando Vallunga llegamos al pueblecito donde se encuentra el funicular de Dantercepies (Selva di Val Gardena), y una vez allí, nos montamos en el coche, listos para ir en primer lugar al Passo di Sella.



En esta primera parada nos entretuvimos poco, porque el atardecer se aproximaba y no queríamos terminar el viaje sin haber visto una de las imágenes más icónicas de los Dolomitas: la iglesia de Santa Maddalena con las montañas a su espalda. Por eso, sin apenas poder disfrutar del Passo Sella más que unos minutos recorrimos aquellas carreteras durante algo más de una hora para llegar al último destino del día.










Y no nos defraudó: la imagen de Santa Maddalena es realmente bella, fue una lástima no quedarnos a ver cómo caía la noche, o acercarnos de nuevo a San Giovanni, que está muy cerca... pero es que aún nos quedaban otras casi dos horas de coche para llegar a Badia, y conducir por esas carreteras de noche resulta complicado. Aun así, la noche nos terminó pillando antes de llegar al destino...

No obstante, por el camino, aprovechando que conducía Maida, grabé un pequeño vídeo de las impresionantes vistas que dejábamos atrás:



Como decía antes, ya entrada la noche llegamos a Badia, donde sólo quedaba cenar y dormir tras un agotador día. Pero todo ese cansancio mereció la pena.

En la próxima entrada del blog terminaré de narrar este viaje, hasta entonces, me despido.

Muchas gracias por leerme.

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