El jueves por la mañana, tras el madrugón de rigor, fuimos en taxi (nos quiso robar 22 pesos, aunque al final sólo nos tangó 2) a la terminal norte de autobuses de Cebú. Ahí nos montamos en un autobús que, tras casi 4 horas y media de trayecto nos llevaría a la localidad de Maya, en el extremo norte de la isla.
Durante el viaje, además de leer, escuchar podcasts y aburrirme, saqué alguna que otra foto:
Una vez en Maya, pagamos por embarcarnos en un "bangka" (embarcación tradicional filipina, pero con motor) para ir a Malapascua. El trayecto duraría algo más de media hora.
En esta foto se aprecia Malapascua desde la embarcación:
Malapascua es una pequeña isla de unos 4 Km. de largo por 500 metros de ancho. La parte sur está dedicada al turismo y enfocada especialmente al submarinismo. Por contra, las partes central y norte son un pueblo.
Nada más llegar y dejar los equipajes fuimos a la playa, para, acto seguido, comer y seguir disfrutando de las blancas arenas y claras aguas de la isla...
Tras descansar del viaje, decidimos salir a buscar qué hacer al día siguiente.
En principio, la idea era hacer submarinismo. Pero los precios y la duración de lo que nos ofrecían en todas las tiendas de submarinismo no nos convencían. Decidimos aguardar a la mañana y entonces buscar una excursión.
Tras la cena, yo por fin me decidí a sacar el trípode, e hice varias instantáneas del cielo estrellado. Se ven constelaciones que nosotros no solemos ver, ya que el Sur geográfico caía directamente en nuestro horizonte:
Por la mañana, bien temprano (como en todo el viaje), desayunamos y fuimos a buscar una excursión.
Al final decidimos hacer una que nos mantuviera todo el día ocupados, y nos apuntamos a ir a la isla de Kalanggaman.
Nos montamos en un "bangka" con otros 30 excursionistas y pusimos rumbo a la pequeña isla... Tardamos algo más de dos horas en llegar.
Durante el trayecto me entretuve sacando algunas fotos más...
Kalanggaman es un islote realmente pequeño no medirá más de 300 metros de largo, y en su parte más ancha no creo que haya más de 30 metros...
Una vez bajamos del barco, fuimos a la playa. Allí me encontré con este simpático caracol marino, que parece un personaje de dibujos animados. El bicho no medirá más que mi uña del dedo gordo y se movía mucho:
Además de hacerle un book al simpático bicho, también hicimos un poco de snorkel.
Saqué fotos y vídeos, pero las fotos que sacó Maida eran mejores que las mías, así que voy a poner las suyas, para que os hagáis una idea de cómo es el suelo marino cerca de este islote:
Tras el baño, regresamos al barco donde nos dieron de comer. Había de todo: pollo, cerdo, fideos, ensalada, arroz, un pez asado entero sin trocear y sandía para el postre.
Tras la comida, aun hubo tiempo para una hora más libres en la isla...
Después ya solo quedaba volver a nuestra embarcación y poner rumbo a Malapascua.
Llegamos al final de la tarde. Nos dimos un breve baño en la piscina del hotel y salimos a dar una vuelta. Dejé la cámara en la habitación, y me arrepiento porque había unos colores espléndidos al anochecer.
Suerte que Maida tiene un iPhone, y la cámara de éste pudo captar con gran calidad la puesta de Sol:
Hoy por la mañana tuvimos tiempo, antes de irnos de Malapascua, de hacer una mini excursión por nuestra cuenta: atravesamos la isla (a pie) con la intención de ver el faro... Pero el camino que marcaba Google Maps no existía en su tramo final, por lo que terminamos yendo a hacer un poco de snorkel en la playa del extremo norte de la isla.
Después de regresar al hotel y hacer el equipaje fuimos a coger una embarcación para volver a Maya. Nos hicieron pagar un suplemento por acercarnos en bote al bangka, ya que éste no había atracado en la playa como hace la mayoría.
Al llegar a Maya, en lugar de desembarcar en el mismo punto donde embarcamos el jueves, nos llevaron algo más lejos, por lo que llegar a la estación de autobuses cargados y con el sofocante calor que hace aquí resultaba poco viable.
Los del barco estaban compinchados con los conductores de unas furgonetas que te llevaban a Cebú por el mismo precio que costaría ir en bus, así que aceptamos montar.
Lo malo es que para maximizar su ganancia, en la furgoneta íbamos 17 personas, y el viaje en esas condiciones se hizo duro, aunque duró una hora menos que en autobús.
La sorpresa negativa al llegar a Cebú fue que nos cobraron 50 pesos más a cada uno porque sí, con la excusa de que nuestros equipajes eran muy grandes y en su lugar podría haber ido otra persona. No pudimos hacer nada, no era plan discutir con un lugareño por un par de euros, pero te da rabia que te timen.
Tras ese viaje infernal, montamos en un taxi (que también nos quiso timar, sin éxito) y llegamos al hotel, donde hemos estado toda la tarde.
En cuanto acabe de escribir esto me acostaré... Mañana tenemos que coger un avión a la isla de Palawan, porque mañana por fin llegamos al famoso "El Nido"...
¡Hasta el próximo post!
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