martes, 18 de abril de 2017

Bohol (y Panglao): un día muy completo

Tras dejar las playas de Boracay, emprendimos el camino hacia la isla de Bohol: en triciclo hasta el puerto, en barco hasta Caticlán, y desde ahí un vuelo hasta Cebú.

En el vuelo pasé un poco de miedo: aunque era un trayecto de apenas una hora, tuvimos turbulencias muy fuertes, y el avión llegó a caer varios metros sin control... afortunadamente sólo fue un susto y aterrizamos sin más problemas.

Una vez en Cebú, tomamos un taxi hacia el puerto para coger el ferry que nos llevaría, por fin, a Tagbilarán, en la isla de Bohol.

Tagbilarán es una ciudad... fea; muy fea. No vamos a ver más que lo estrictamente necesario para ir de un sitio a otro. Llegamos en plena noche, un triciclo en el que milagrosamente íbamos 5 personas nos transportó al hotel, y allí casi no conseguimos cenar porque aquí, una vez cae la noche, la vida se paraliza. No puedo poner fotos del viaje en el triciclo porque estaba más preocupado en no caerme que en otra cosa...

Para hoy, decidimos madrugar e irnos cuanto antes a ver las Colinas de Chocolate. Del hotel a la estación de autobuses fuimos en triciclo. Grabé un pequeño vídeo de parte del trayecto. Si lo veis, casi al final podéis ver como adelantamos a una moto en la que viajan dos adultos con un bebé entre medias. La seguridad, primero...


Íbamos a ir en bus hasta Carmen y de ahí a las Colinas, a la aventura... Pero según llegamos a la estación de autobuses, el conductor de una furgoneta se ofrece a llevarnos hasta las colinas. Casi sin pensarlo accedemos y, hacinados como sardinas (unas 20 personas en una furgoneta tipo Mercedes Vito), por fin llegamos a las Colinas de Chocolate.

El sitio es realmente curioso y espectacular, y merece la pena el viaje, aunque la entrada solo incluye subir a un mirador.

Aquí podéis ver unas cuantas fotos que hice de las Colinas de Chocolate:













Tras ver las colinas, el siguiente objetivo del día era ver el santuario de tarseros. Para llegar allí, tras preguntar, regatear, etc. nos montamos en un autobús local. Mucho más barato e igual o incluso más seguro...



Llegamos al santuario de tarseros, entramos, y allí pudimos observar a cuatro o cinco de estos adorables primates autóctonos de esta isla. Gracias a que me traje el teleobjetivo pude hacer las siguientes fotos (el animalito no es más grande que un puño humano y los veíamos a una distancia de unos 3 metros).

En serio, cada vez que veo estas fotos me dan ganas de acariciarlos y darles mimitos, ¿verdad?







Acabada la visita a los tarseros, decidimos cambiar el plan sobre la marcha. Nos daba tiempo ir a Alona Beach hoy y así mañana podemos ir a Cebú antes.

Así que nos montamos en otro bus para ir a Tagbilarán y ponernos ropa de baño.

Maida grabó en vídeo gran parte de este viaje; aquí pongo un robado que le hice mientras...


Para ir a Alona Beach, como no sabíamos bien, contratamos un triciclo. Fueron 45 minutos en el cacharro y nos salió caro... Cosas de novatos; pero llegamos a Alona Beach:



Esta playa, la más famosa de la isla de Panglao (Panglao y Bohol son dos islas cercanas, unidas entre sí por dos puentes) no es demasiado bonita, aunque tiene su encanto. Me llama la atención que en las dos playas filipinas en las que he estado no había gaviotas pero sí gorriones:


Para volver a Tagbilarán nos montamos en un bus tipo jeepney que por muy pocos pesos nos recorrió toda la isla de Panglao.


Entramos en Bohol al caer la tarde. El día llegaba a su fin...


Mañana madrugaremos otra vez. El plan es ir en ferry a Cebú pronto y ver la ciudad por el día...

¡Hasta el próximo post!

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