Sorprendentemente, dormí bien aquella noche en el sofá. Dormí poco, pero dormí bien, y lo de dormir poco no tenía que ver con el dónde, sino con mis cosas internas que no son objeto de este diario.
Decía, por tanto, que dormí bien y me levanté despejado aquella mañana. Bajamos a desayunar al "buffet" del hotel, y tras saciar el hambre, fuimos a visitar la parte histórica de El-Yadida, lo que en su momento fue la ciudad portuguesa de Mazagán.
Lo más notorio de esta ciudad era visitar la llamada "Cisterna" (un depósito de agua del siglo XVI, creo, construido por los colonos portugueses), pero, lamentablemente, no pudo ser: debido a la mala conservación, el monumento ya no es visitable desde hace 5 años. En la recepción del hotel nos dijeron que no hiciéramos caso a Google (donde ponía que estaba cerrado), pero, viendo cómo era el hotel, ya sabemos a quién no había que hacer caso...
Por lo demás, paseamos por la vieja muralla de Mazagán, callejeamos un poco por las estrechas callejuelas de la antigua ciudad, y luego, nueva dosis de compras y regateos. Al menos esta vez, sirvió para algo, y Araceli se compró un par de bonitas alfombras por un precio bastante bueno. Aun así, a mí esto de estar todo el día de compras me mina la moral.
Así transcurrió la mañana. Una vez hechas las compras y visto lo poco que ofrecía aquella sucia y caótica ciudad, nos montamos en nuestros vehículos y pusimos rumbo a Casablanca, que era donde debíamos acabar ese día.
Por las calles de la antigua Mazagán |
Murallas de Mazagán |
Cerca del antiguo puerto de Mazagán |
Otra de esas fotos que me resultan esenciales en este viaje: torre de la antigua catedral desde las murallas de Mazagán |
Paramos un rato a tomar un café por la carretera, y, después, llegando ya a Casablanca, el foco de la moto de Eugenio, que venía con problemas desde que cogiera la moto allá en el lejano Marrakech, terminó por caerse. Afortunadamente, íbamos despacio, y pudimos recogerlo y mantenerlo a salvo de mayores daños.
Estoy escribiendo estas notas más de un mes después de que todo esto sucediera, y, ahora mismo, no soy capaz de recordar qué hicimos para comer aquel día, así que no debió ser una gran comida si ni siquiera recuerdo dónde paramos.
El caso es que llegamos al hotel de Casablanca con el tiempo justo para ir a devolver el coche y para que el transporte de las motos las recogiera.
Antes de devolver el coche, y viendo que lo teníamos lleno de barro, decidimos darle un pequeño lavado en una gasolinera que estaba de camino entre el hotel y la oficina de alquiler.
Finalmente, nos quedábamos sin medios de transporte aquella tarde: las motos iban en una furgoneta de vuelta a Marrakech, y nuestro coche se quedaba en aquella barriada a la que habíamos llegado unos días antes, días que parecían ya muy lejanos... Ya sin vehículos, el fin del viaje comenzaba a verse muy cerca, y, aunque aún quedaban más de dos días por vivir, cierto aire de nostalgia se instaló entre nosotros.
Aquella noche teníamos reservada mesa para cenar en el "Rick's Cafe", un restaurante abierto hace unos pocos años imitando el estilo del popular café de la película "Casablanca". Evidentemente, aquel café nunca existió, y éste es tan solo un remedo para atrapar turistas. Nosotros, aun sabiendo esto, nos dejamos embaucar, y fuimos allí a cenar.
De camino al Rick's, paramos a tomar un té en un sitio cerca de la mezquita de Hassan II, y allí, me ocurrió algo que no me pasaba desde hacía varios años: una bajada de azúcar. Pude atajarla gracias a los azucarillos sin mayor problema, aunque para mí fue un buen susto.
Saliendo del hotel, camino del Rickñ's |
Mezquita de Hassan II a última hora de la tarde |
Autofoto con la mezquita de fondo |
Foto de grupo antes de ir al Rick's |
Después de aquello fuimos al Rick's, y cenamos. Fue una buena cena, todo muy rico y muy caro, en especial las cervezas. Pero, al menos para mí, mereció la pena. El ambiente, con un pianista tocando música tranquila (y un par de veces el icónico "As time goes by", de la película) era mágico; a mí me transportó de nuevo a la confortabilidad de mi mundo occidental, dejando atrás todo ese caos y suciedad que reina en Marruecos. Fue sólo espejismo, claro.
Acabada la cena, fuimos hacia la zona del hotel. Nos montamos en un taxi cuyo conductor nos intentó timar, pero no cedimos, y, aunque probablemente aquel individuo nos maldijo, al final pagamos lo que teníamos que pagar por la carrera.
En lugar de irnos a dormir, fuimos a un bar que estaba cerrando... pero que tenía un pub clandestino bajando unas escaleras. Allí servían alcohol y ponían música bailable; por desgracias, mucho reguetón.
Foto de grupo en el pub |
Foto de una autofoto |
Entre esa música y que algo no me había sentado bien en la cena, yo no disfruté mucho de aquel momento.
De hecho, me tuve que ausentar porque mi vientre dijo que no aguantaba más. Me fui yo solo al hotel, con la intención de volver, y en eso estaba, pero cuando estaba saliendo de nuevo para ir en busca de mis amigos, me encontré con ellos llegando a la recepción del hotel. Nos fuimos, por tanto, a las habitaciones y así terminó la jornada.
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