Nos levantamos pronto y fuimos a desayunar a un bar que habíamos visto la noche anterior y que nos habían recomendado en el hotel.
Posando con aquel impresionante desayuno |
Tras un espectacular (y barato) desayuno, recogimos nuestras pertenencias en el hotel y fuimos a la oficina de alquiler de coches, que estaba muy cerca.
Nos intentaron engañar y endosarnos un coche más pequeño del que habíamos reservado, aunque finalmente nos llevamos el Dacia Duster nuevo que ya habíamos visto aparcado frente a la oficina la noche anterior.
Al principio a Araceli no le gustó demasiado que el vehículo fuera automático, aunque pronto le cogió el truco, y, tras repostar (nos lo dieron vacío), pusimos rumbo a Marrakech.
Yendo de Casablanca a Marrakech |
Oasis de camino a Marrakech |
Un pueblo perdido en algún lugar del interior de Marruecos |
En este tramo no hicimos más que una breve parada en un área de servicio para estirar las piernas y tomar un café/té; sólo quedaban unos 60 Km. para llegar al destino.
Marrakech sigue tal y como la recordaba del viaje de hace diez años: sucia, caótica, poco acogedora. Estuvimos muy cerca de tener un incidente de tráfico ya casi llegando al parking, pero por fortuna, quedó en nada, en un simple susto.
Aparcamos el coche y recorrimos los 500m que nos separaban del riad donde íbamos a dormir entre estrechas callejuelas en las que se veían aún los efectos del terremoto acaecido unos meses atrás: paredes apuntaladas y restos de edificios derruidos.
No recuerdo qué hicimos para comer aquel día; puede ser que nos saltáramos la comida. El caso es que el riad era muy hermoso, limpio y cuidado; como un oasis en medio de aquella horrible ciudad.
Detalle de la decoración del Riad donde dormimos en Marrakech |
Dejamos los equipajes en el riad y nos fuimos hacia la plaza de Jemaa el-Fna, archiconocida e icónica plaza que representa el inicio del infinito zoco de Marrakech, es decir, lo más tedioso para mí: tiendas y puestos por doquier, de gente que intenta subsistir regateando por el precio de sus mercancías; y, peor aún: el enjambre de personas, la mayoría turistas como nosotros, locos por vivir la experiencia del intentar conseguir una ganga, sin darse cuenta que más del 90% de los bienes comprados no son realmente necesarios y, una vez en sus casas, sólo servirán como criadero de polvo.
Una de las fotos que más me gustan de cuantas hice en el viaje: un artesano vidriero en el zoco de Marrakech |
Andando por el zoco de Marrakech |
Un callejón con encanto en el centro de Marrakech |
Hecho el obligado paseo entre puestos y tiendas, fuimos a la busca de un bar que sirviera cerveza, algo no demasiado fácil en un país musulmán como es este... aunque al final siempre hay algún establecimiento que sirve alcohol, eso sí, a precio de oro.
Encontramos el lugar (lleno de turistas, claro) y, tras el descanso con una cerveza se aproximaba la hora de buscar dónde cenar.
Susana y Araceli en aquel bar en el que por fin nos pudimos refrescar con una cerveza tras todo el día andando |
Detalle del bar donde descansamos brevemente: una lámpara artesana típica marroquí |
Probamos en un par de sitios sin éxito, y al final fuimos a un sitio algo caro que ya conocían Euge, Susana y Rober de otros viajes anteriores.
El sitio estaba muy bien, aunque era caro para los precios marroquís. A parte de cenar, había un espectáculo de bailarinas ligeras de ropa. No me gustan ese tipo de cosas, aunque hice el paripé y fingí divertirme en el violento momento en el que la chica se me acercó y me sacó a bailar.
Foto de grupo antes de empezar a cenar |
Después de aquello fuimos dando un paseo en busca de un sitio donde tomar algo (con alcohol). Probamos en una terraza recomendada por Google, pero no nos convenció y nos fuimos sin llegar a tomar nada, y finalmente encontramos el bar de un riad con pinta de ser caro, donde nos tomamos un cóctel.
Era ya tarde, y nuestro alojamiento estaba algo lejos, así que nos volvimos tranquilamente a pie por entre el caos y la suciedad de Marrakech.
Tienda de lámparas abierta de camino al riad antes de dormir |
Aquella noche recuerdo que no pude dormir demasiado bien: me dio por pensar en lo que venía al día siguiente: muy malas carreteras, además de una previsión de frío e incluso nevadas en el Atlas. No fue para tanto... Pero eso ya lo iré contando próximamente.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Se pueden realizar comentarios, pero serán moderados por el autor del blog, y, según su criterio personal, serán mostrados al público o no.