sábado, 6 de julio de 2024

Marruecos 2024: Día 5 (1 de mayo de 2024)

Nos levantamos con ganas de ver Essaouira. Fuimos al puerto a hacer las típicas fotos. Yo intenté (sin éxito) repetir una estupenda imagen que había hecho allí en el viaje de hace diez años.

Desde la ventana de nuestro apartamento

Gaviotas en los islotes frente a Essaouira

Retrato de Rober

Retrato de una gaviota

Una típica estampa de Essaouira

La antigua fortaleza del puerto de Essaouira

Intento de repetir foto de hace 10 años, que quedó peor que aquella

Después del puerto, al callejear por la medina, el paseo se volvió a convertir en compras y regateos por el zoco. Hasta yo caí y terminé comprando unos posavasos de madera, aunque sin regateos, ya que el precio pedido (unos 70DH, 7€) me pareció justo.

Susana y Araceli en pleno regateo

Una simpática gata callejera

Cestero

Intentando encontrar sandalias

Personajes de las calles

Mesa para dos

Entrada al zoco

¿Araceli o Fátima?

Ara y Susana

Por las calles de Essaouira

Llegando al mediodía, decidimos irnos, no sin antes vivir uno de esos curiosos momentos del viaje: Rober accedió a ser afeitado a navaja por un barbero local. Situación divertida que quedó documentada desde todos los ángulos posibles.

A punto de ser rasurado

Una vez nos pusimos en marcha, fuimos rumbo Safi, ciudad industrial, aunque nosotros fuimos a la parte vieja, cerca del puerto para comer en un lugar que estaba lleno de lugareños, siendo nosotros los únicos occidentales.

De camino a Safi

Vista de las fábricas de Safi

Euge y yo antes de comer

Tomando el té después de comer en Safi

Tras comer a base de fritura de pescado, nos dispusimos a entrar dentro de la muralla y ver la parte vieja de Safi... Pero claro, había otro zoco, y otra vez comenzamos a perder el tiempo.

Afortunadamente, esta vez pasó algo que nos libraría del tedio de volver a estar horas entre puestos llenos de cacharros inútiles. Y es que, un artesano ceramista local, nos llamó la atención cuando pasamos al lado de su casa-taller.

Zeddane, que así se llamaba, se ganó a pulso el que todos termináramos comprándole cacharros de cerámica. Nos habló sobre su filosofía de vida, nos enseñó cómo decoraba sus figuras de cerámica, y me regaló la oportunidad de hacerle un retrato de esos que uno ve y sabe que es bueno.

Retrato de Zeddane

Zeddane enseña a Araceli a decorar cerámica

Foto de grupo con Zedanne

Aquel día teníamos que llegar hasta El-Yadida, así que tras el parón con Zeddane no nos quedaba mucho margen para irnos y llegar al destino.

Salimos de Safi casi al empezar el atardecer. Eso implicaba llegar bien entrada la noche a El-Yadida... Por eso, a medio camino, en la ciudad de Oualidia, paramos, no sólo para disfrutar de la puesta de Sol (que también; de hecho hice una preciosa foto allí, llena de simbolismo, sobre la que escribí mucho en mi libreta de reflexiones), sino también para plantearnos quedarnos allí a dormir y cancelar la noche en El-Yadida.

Saliendo de Safi

Disfrutando de la carretera

Vistas atlánticas

Una parada en el camino

Atardecer improvisado en Oualidia

Finalmente, optamos por seguir con el plan, aunque yendo por autopista para intentar llegar cuanto antes.

Repostaje nocturno camino de El-Yadida


El-Yadida puede que sea la más fea, caótica y sucia de las ciudades por las que pasamos. Llegamos bien entrada la noche.

Conseguí aparcar cerca de la muralla sin matar a nadie, a pesar de que los oriundos se empeñaban en ser atropellados. Después nos pusimos a buscar dónde cenar, y encontramos un sitio con buena pinta por fuera, pero que fue un desastre: tardaron una vida en servirnos, la comida era muy mala... Además, Rober perdió un guante de la moto en el trayecto hacia el restaurante.

Total, al final matamos el hambre y nos fuimos al hotel, donde el día nos deparaba una última y desagradable sorpresa: y es que la habitación triple que teníamos reservada no era tal, y uno de nosotros habría de dormir en un sofá aquella noche.

Discutimos como pudimos con las personas que nos atendieron, sin mucho éxito. Al final, ya cansados, tuvimos que ceder y yo me ofrecí voluntario para dormir en el sofá.

Llegaba así el final de aquel día, en el que tantas cosas nos habían pasado.

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