Nos levantamos con ganas de ver Essaouira. Fuimos al puerto a hacer las típicas fotos. Yo intenté (sin éxito) repetir una estupenda imagen que había hecho allí en el viaje de hace diez años.
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Desde la ventana de nuestro apartamento |
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Gaviotas en los islotes frente a Essaouira |
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Retrato de Rober |
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Retrato de una gaviota |
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Una típica estampa de Essaouira |
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La antigua fortaleza del puerto de Essaouira |
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Intento de repetir foto de hace 10 años, que quedó peor que aquella |
Después del puerto, al callejear por la medina, el paseo se volvió a convertir en compras y regateos por el zoco. Hasta yo caí y terminé comprando unos posavasos de madera, aunque sin regateos, ya que el precio pedido (unos 70DH, 7€) me pareció justo.
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Susana y Araceli en pleno regateo |
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Una simpática gata callejera |
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Cestero |
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Intentando encontrar sandalias |
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Personajes de las calles |
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Mesa para dos |
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Entrada al zoco |
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¿Araceli o Fátima?
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Ara y Susana |
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Por las calles de Essaouira |
Llegando al mediodía, decidimos irnos, no sin antes vivir uno de esos curiosos momentos del viaje: Rober accedió a ser afeitado a navaja por un barbero local. Situación divertida que quedó documentada desde todos los ángulos posibles.
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A punto de ser rasurado |
Una vez nos pusimos en marcha, fuimos rumbo Safi, ciudad industrial, aunque nosotros fuimos a la parte vieja, cerca del puerto para comer en un lugar que estaba lleno de lugareños, siendo nosotros los únicos occidentales.
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De camino a Safi |
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Vista de las fábricas de Safi
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Euge y yo antes de comer |
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Tomando el té después de comer en Safi |
Tras comer a base de fritura de pescado, nos dispusimos a entrar dentro de la muralla y ver la parte vieja de Safi... Pero claro, había otro zoco, y otra vez comenzamos a perder el tiempo.
Afortunadamente, esta vez pasó algo que nos libraría del tedio de volver a estar horas entre puestos llenos de cacharros inútiles. Y es que, un artesano ceramista local, nos llamó la atención cuando pasamos al lado de su casa-taller.
Zeddane, que así se llamaba, se ganó a pulso el que todos termináramos comprándole cacharros de cerámica. Nos habló sobre su filosofía de vida, nos enseñó cómo decoraba sus figuras de cerámica, y me regaló la oportunidad de hacerle un retrato de esos que uno ve y sabe que es bueno.
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Retrato de Zeddane |
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Zeddane enseña a Araceli a decorar cerámica |
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Foto de grupo con Zedanne |
Aquel día teníamos que llegar hasta El-Yadida, así que tras el parón con Zeddane no nos quedaba mucho margen para irnos y llegar al destino.
Salimos de Safi casi al empezar el atardecer. Eso implicaba llegar bien entrada la noche a El-Yadida... Por eso, a medio camino, en la ciudad de Oualidia, paramos, no sólo para disfrutar de la puesta de Sol (que también; de hecho hice una preciosa foto allí, llena de simbolismo, sobre la que escribí mucho en mi libreta de reflexiones), sino también para plantearnos quedarnos allí a dormir y cancelar la noche en El-Yadida.
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Saliendo de Safi |
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Disfrutando de la carretera |
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Vistas atlánticas |
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Una parada en el camino |
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Atardecer improvisado en Oualidia |
Finalmente, optamos por seguir con el plan, aunque yendo por autopista para intentar llegar cuanto antes.
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Repostaje nocturno camino de El-Yadida |
El-Yadida puede que sea la más fea, caótica y sucia de las ciudades por las que pasamos. Llegamos bien entrada la noche.
Conseguí aparcar cerca de la muralla sin matar a nadie, a pesar de que los oriundos se empeñaban en ser atropellados. Después nos pusimos a buscar dónde cenar, y encontramos un sitio con buena pinta por fuera, pero que fue un desastre: tardaron una vida en servirnos, la comida era muy mala... Además, Rober perdió un guante de la moto en el trayecto hacia el restaurante.
Total, al final matamos el hambre y nos fuimos al hotel, donde el día nos deparaba una última y desagradable sorpresa: y es que la habitación triple que teníamos reservada no era tal, y uno de nosotros habría de dormir en un sofá aquella noche.
Discutimos como pudimos con las personas que nos atendieron, sin mucho éxito. Al final, ya cansados, tuvimos que ceder y yo me ofrecí voluntario para dormir en el sofá.
Llegaba así el final de aquel día, en el que tantas cosas nos habían pasado.
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