El último día tuvimos que desplazarnos hasta Venecia, ya que el vuelo de vuelta partía desde allí. Como no habíamos podido ver la ciudad de los canales el primero de los días, y no queríamos volvernos sin haber visto algo de esa ciudad, tuvimos que hacer un pequeño esfuerzo que, sin duda alguna, mereció la pena.
Madrugamos mucho, salimos del hotel en ayunas y sin que hubiera amanecido aún: queríamos evitarnos los atascos que se forman a primera hora en cualquier ciudad. El hotel nos había preparado unos bocadillos para desayunar, que nos tomamos, bastante avanzada la mañana, en las afueras de un pueblo italiano cuyo nombre he olvidado.
Llegamos a Venecia y fuimos directos a aparcar en un lugar que nos permitiera montarnos rápidamente en un barco que nos llevara a la parte antigua de la ciudad. El aparcamiento nos costó 30€. Compramos los billetes del barco (20€ por persona, ida y vuelta), y nos dijeron que el primero de los barcos de vuelta saldría a las 15:30... Eso nos haría ir con un poco de prisa para llegar al aeropuerto, pero ya lo contaré más adelante.
El caso es que montamos en el barco, que nos dejó cerca de la Plaza San Marcos. A partir de ahí, lo que hicimos fue deambular por las calles venecianas. Nos dejamos llevar a través del sinfín de canales y puentes. No sabría enumerar los sitios que vimos, aunque estuvieron los más míticos: Plaza San Marcos, Canal Grande, Puente de Rialto, Puente de los Suspiros... No teníamos tiempo para hacer cola y entrar en ningún museo o edificio significativo. Sólo entramos en una vieja librería, Acqua Viva, que a mí me gustó mucho.
Únicamente paramos de caminar para tomar un café, y luego para comer en un pequeño restaurante cerca de donde teníamos que tomar el barco de vuelta.
De toda esta mañana paseando por Venecia os voy a mostrar unas cuantas fotografías:
El viaje estaba llegando a su final. Montamos en el barco que nos devolvía al parking, y, a partir de aquí comenzó una contrarreloj: teníamos que llenar el depósito de gasolina del coche, devolverlo en el sitio donde lo tomamos, y desplazarnos en una lanzadera hasta la terminal del aeropuerto. Nos quedaban escasas dos horas para la hora del despegue...
Como anécdota, decir que me puse un poco nervioso, y entramos en una gasolinera donde no funcionaba la manguera. Con las prisas, nos volvimos a montar en el coche para ir a la siguiente gasolinera y se me olvidó cerrar el depósito: menos mal que nos avisó una persona desde otro coche...
Finalmente logramos llenar el depósito y devolver el coche. Fuimos lo más rápido que pudimos hasta la terminal, y cuando llegamos había una cola enorme para pasar el control de seguridad.
Con mucha paciencia, logramos pasar el control, y, casi sin tiempo, llegar a nuestra puerta de embarque: no tuvimos que esperar demasiado para subir al avión. ¡Lo habíamos conseguido!
El vuelo de vuelta fue de lo más tranquilo y puntual. Llegamos a Madrid a la hora establecida y, así, este viaje llegaba a su final.
Como colofón, volver a recalcar que Eslovenia es un país precioso, que lo recomiendo totalmente y que, además, en otoño, es digno de ver. Haber paseado por esos bosques y haber disfrutado de esos paisajes de montaña es todo un privilegio. Cierto que durante el viaje pasé por algún mal momento, como ya os he comentado a lo largo de todas estas entradas... pero no me importa, mereció la pena.
He intentado ser lo más fiel posible a todo lo que recorrimos y vimos, y he puesto enlaces a todas las rutas y excursiones que hicimos. Si alguien me lee y quiere saber con más detalle cualquier aspecto de la planificación que hice, que me contacte: estaré encantado de compartir mi experiencia.
Nada más que decir, solo volver a agradecer de corazón a quien se haya tomado la molestia de leer todas estas entradas.
¡Hasta el próximo viaje!





























