Tras salir de Pompeya, retrocedimos en tren (ya que las horas de huelga habían finalizado) hasta Herculano. Comimos de camino a las ruinas, y, sin perder el tiempo, nos dispusimos a recorrer lo que se ha rescatado de esta otra antigua localidad romana.
Herculano está mejor conservada que Pompeya: fue enterrada bajo más metros de escombros, lo que provocó que fuera olvidada durante más tiempo.
En unas escasas dos horas vimos los lugares más relevantes de la excavación. Me sobrecogió ver los esqueletos de aquellos que intentaron escapar por mar, pero que fueron carbonizados de forma instantánea por la furia del Monte Vesubio...
El intenso día de visitar ruinas llegaba a su fin, por lo que volvimos a Pompeya a recoger nuestros equipajes para, por última vez aquel día, tomar un tren. Debíamos llegar a Sorrento, donde pasaríamos esa noche.
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