lunes, 1 de mayo de 2017

Se acabó el viaje a Filipinas: retorno a Madrid

La mañana en Port Barton era calurosa, mucho... Nos levantamos, duchamos e hicimos la maleta, la última vez que la haríamos en este viaje.

Todavía quedaban un par de horas para que la furgoneta que nos trasladaría a Puerto Princesa saliera, así que nos dio tiempo de sobra de desayunar y de estar un último rato en la playa.

Después, comenzó la vorágine del viaje de vuelta. Muchas horas, mucho cansancio.

La furgoneta entre Port Barton y Puerto Princesa tardó unas cuatro horas en completar el trayecto. De nuevo nos tocó viajar hacinados como sardinas en lata: unas 15 personas en una furgoneta no muy grande. Íbamos en la parte trasera y a mí el equipaje de los 15 se me venía encima en cada curva. No fue un viaje muy agradable que digamos, aunque lo peor, bajo mi punto de vista, estaba por llegar.

En Puerto Princesa, nos bajamos justo en el aeropuerto, y directamente entramos. Este es, sin lugar a dudas, el peor aeropuerto en el que haya estado jamás. No es sólo por lo sucio, sino por el tamaño pequeño, la ausencia de monitores, la inmensa cantidad de gente que había en tan poco espacio, sin aire acondicionado. Y, además, el sistema de facturación y embarque: las tres o cuatro únicas compañías que operan en ese aeropuerto tienen un mostrador de facturación al que debes ir, aunque no factures, para obtener tu tarjeta de embarque. Esa es la primera cola que hay que seguir. Luego, una vez logras la tarjeta de embarque, hay que ir al mostrador de tasas del aeropuerto; sí, en este aeropuerto las tasas no están incluidas en el billete (como hacemos en el resto del mundo civilizado), sino que cada pasajero ha de pagarlas de forma individual. No contábamos con ese gasto, así que ahí gastamos los últimos pesos que nos quedaban. De milagro tuvimos justo para pagar eso, porque si no hubiéramos tenido, no sé qué solución habríamos podido obtener, ya que ni había cajeros automáticos ni posibilidad de pagar con tarjetas. La suerte volvió a aliarse con nosotros y pudimos pagar la tasa.

Lo peor de todo estaba después de las tasas: la cola para pasar el control de seguridad y acceder a la puerta de embarque. Al principio era una cola, pero la única puerta era muy estrecha y hacia el final se hacía un embudo de gente. Todo el mundo queriendo colarse, todo el mundo empujándose, y cada vez hacía más calor. En ese punto me enfadé de verdad e incluso llegué blasfemar e insultar en voz alta... bueno, no creo que me entendiera nadie.

Pasado el agobio, nuestro vuelo hacia Manila salió puntual y sin ningún contratiempo llegamos a la capital filipina unos minutos antes de lo previsto. Allí en Manila deberíamos pasar 8 horas en el aeropuerto. Como nos habíamos quedado sin dinero, para poder cenar algo tuvimos que sacar en un cajero automático, pero no tuvimos ninguna complicación. Hicimos la espera, y embarcamos hacia Shanghái a la hora prevista, si bien despegamos con un poco de retraso. Ese vuelo lo hicimos dormidos: eran las 5:30 de la mañana al despegar y no habíamos dormido nada esa noche.

En Shanghái la escala era corta: 4 horas, pero entre que aterrizamos, pudimos salir y buscamos nuestra puerta casi habíamos hecho la mitad del tiempo. El vuelo hacia Madrid partía con normalidad a la hora programada, 12:20 hora local de Shanghái, 6:20 de la mañana en Madrid.

Y en vuelo estuvimos el resto del día. Mi asiento no funcionaba bien a la hora de recostarlo y no estuve demasiado cómodo en todo el viaje. Además, mi teléfono móvil no aguantó el viaje entero y había muerto unas horas antes... Lo pude revivir durante el vuelo, aunque ya no podré usarlo más. Una pena, porque este teléfono realmente me gustaba.

A las 20:20 del domingo nuestro avión tomaba tierra en Madrid. A las 22:00 llegaba a mi casa, finalizando estas vacaciones.

Este iba a ser el único post sin fotos, ya que no hice ninguna foto en todo el periodo que he narrado. Pero sí que voy a poner una, y no una cualquiera, es una de las fotos que perdí en Malapascua cuando formateé por error la tarjeta de memoria de la cámara. Porque sí, finalmente esta mañana he podido recuperar todas las fotos que había en esa tarjeta.

Playa del norte de Malapascua, rescatada de la tarjeta de la cámara

En los próximos días quiero seguir escribiendo sobre el viaje para comentar cómo se planificó, en qué lugares nos alojamos y qué nos parecieron cada uno de ellos y para dar mi opinión personal sobre algunos aspectos, como por ejemplo valorar mi equipaje fotográfico, por si a alguien le pudiera ser de utilidad mi experiencia.

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