Esta entrada será la última que escriba sobre el breve viaje a Menorca que hice a finales de julio de 2022.
Hablaré ahora sobre la Menorca fuera de las playas y calas; la Menorca prehistórica, la Menorca de la cultura talayótica.
El domingo 31 de julio, tras dejar a Maida en el aeropuerto muy temprano (ella se volvía a Granada a primera hora, y yo hasta por la tarde no volaba de vuelta a Madrid), me dirigí a la cima del Monte Toro: había leído y escuchado recomendaciones sobre las vistas que había desde la cima del punto más alto de la isla. Subí hasta allí, contemplé el paisaje y, rápidamente me dirigí a mi primera visita de aquel día: la archiconocida Naveta des Tudons.
En el paraje cercano a la Naveta no hay nada más, es decir, la visita se realiza de forma rápida. Pero estar allí, delante de aquella construcción me hizo retroceder unos 25 años en el tiempo: en mi adolescencia, para realizar un trabajo de Historia en el instituto, recuerdo perfectamente haber recogido datos, fotografías y demás información sobre la cultura talayótica, y la Naveta des Tudons tenía, como no podía ser de otro modo, un papel protagonista. Y junto a la Naveta, veintitantos años después, me encontraba yo.
En la cima del Monte Toro |
Faro de Cavallería desde el Monte Toro |
Bahía de Fornells (que no visitamos en este viaje) desde el Monte Toro |
Como ver la Naveta des Tudons apenas llevó tiempo, pregunté en la taquilla sobre más emplazamientos talayóticos, para poder ver el máximo número de ellos en las pocas horas que me quedaban en Menorca.
Amablemente, la empleada me dio un mapa y me seleccionó unos cuantos sitios que me dispuse a visitar. El primero de ellos, un poblado bastante grande llamado Torre d'en Galmés.
Y, tras ver estas impresionantes construcciones prehistóricas, decidí ver el poblado de Trepucó, ya que todavía quedaba bastante para tener que hacer las últimas gestiones en Menorca, y está muy cerca del aeropuerto de Mahón.
Después de esto, tenía el tiempo justo para llenar el depósito de gasolina del coche y devolverlo en el aeropuerto. Una vez allí, lo típico: las últimas compras, comer, y volver a mi casa en Madrid. La escapada a Menorca finalizaba así, con un domingo bien aprovechado.
Muchas gracias por leer hasta aquí, y hasta la próxima.
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