lunes, 19 de agosto de 2024

Vacaciones de verano 2024

Han sido cinco semanas completas, más un fin de semana, un total de treinta y siete días sin trabajar, sin leer correos, sin llamadas de Teams. Treinta y tres de esos días he estado en Arenas, en casa de mis padres. Hacía muchos años que no estaba tanto tiempo seguido de vacaciones y tantos días consecutivos en mi hogar de la niñez.

Rápidamente, nada más llegar el sábado 13 de julio, me hice con una nueva rutina vacacional. Y es que soy una persona de costumbres, improvisar se me hace siempre un poco cuesta arriba, y, una vez improviso algo, en seguida lo adapto como rutina a seguir.

Estando de vacaciones, dejé de diferenciar entre los días de la semana. Durante este periodo, un lunes o un sábado se han diferenciado bien poco para mí.

Levantarme tarde, arreglar la habitación, desayunar, jugar con la Tablet (con el ventilador enchufado a la cara), ver algún capítulo de alguna serie, o leer un poco según me apeteciera, comer, volver a ver alguna serie, bajar a tomar café y leer El País en el Chicanos, e ir a bañarme y leer en El Verde. Después, regresar a casa, ducharme, cenar, quedar con Rubén para pasear y tomar algo y acostarme. Así, día tras día.

Necesitaba mucho esto: no hacer nada, aburrirme, estar solo. Pero hacerlo en El Verde, en Arenas. La soledad y el aburrimiento en Madrid duelen y hacen daño en el alma; en Arenas no, en El Verde me revitalizan y me dan energía.


Amo ese lugar, ese charco: y no me canso de sacarle fotos. Estando allí, que se me pose un caballito del diablo en el pie mientras leo o escribo me hace sonreír. ¡Qué sencilla resulta la felicidad a veces! En ocasiones, durante estas vacaciones, he estado solo en El Verde: estando así, dentro del agua, me sentía uno con el charco.

Pero cinco semanas, aunque así escrito suene a mucho, se terminan haciendo cortas. Y se acaban. Y uno vuelve a Madrid. El lunes por la mañana enciendes el portátil del trabajo, y los cientos de correos electrónicos son una montaña mucho más alta que las cumbres de Gredos que veía desde casa de mis padres. Esta tarde iré a la piscina del gimnasio, que no llega ni a ser lugar de refresco; la multitud que eran veinte personas en El Verde, en la piscina se convierte en una barbaridad de doscientas personas, y no aguantaré ni un capítulo de lectura antes de recoger e irme a casa. No voy a deprimirme, pero no me gusta la rutina del trabajo, la rutina de Madrid.